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La cama

Hay gente que cree, que se imagina, que somos testigos de los acontecimientos que transcurren en una vida. Nos miran con esa melancolía bobalicona del que no entiende pero igual cree. Pura voluntad. Más de uno se emociona cuando entra a una casa llena de los más viejos de nosotros, los nobles, los robustos, los de los brillos eternos, los que ya no se hacen como antes, los que duraban (durábamos) toda la vida, o incluso varias vidas de esas cortas como las de ustedes, y piensan en las cosas que pasaron en ese cuarto y sonríen con complicidad mientras nos acarician. Pero la verdad es que nos va grande, que no hay tal cosa. Ninguno de nosotros llega a apreciar algo así, no es tema. Quiero decir, no sabríamos por dónde empezar, no hay memoria (con la excepción de esas almohadas modernas) no somos nada más que una estructura sólida, una función y a veces un diseño (cosa que sí apreciamos). Pero quiero dejar algo en claro, yo escuché más de una vez (porque me tocó así, compañeras mías no ti

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