Lluvia y Zhivago

Ella le dijo que debajo del paraguas, caminando por esa calle contra el viento y la lluvia que entraba por todos los costados, se sentía en medio de una película.
Le dijo que él la hacía sentir así.
En Doctor Zhivago, le dijo.
Y él, que no había visto la película, y no tenía idea de quién era Omar Shariff, lo tomó como una invitación a conocerla, a acercarse a ella.
Buen comienzo, se dijo para sí.
No preguntó nada por miedo a romper la magia. Intuía más magia en lo que seguiría. Quería algo de magia después de tanto tiempo solo.
Se limitó a repasar cuidadosamente cada una de las palabras que le iba a decir más tarde.
Cómo se las iba a decir.
Qué entonación les iba a dar.
Inmediatamente pasó a los movimientos, a los gestos, las posturas, y no paró hasta repasar cómo arquear las cejas en el momento adecuado.
Sabía que esa escena que esperaba vendría pronto, que se aceleraban los latidos de su corazón a medida que la lluvia se hacía más y más violenta, y para guarecerse era necesario apretarse cada vez más.
“Es acá” dijo ella. “Gracias por traerme, perdoná por el paraguas, pero es de una amiga, si se lo pierdo me mata, es de Armani…”
Beso corto en la mejilla ya empapada (le caía el agua en picada directo del sombrero)
Más lluvia, más viento, más Zhivago?
No más palabras por hoy, no más películas, no más…

1996

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