Amigos

Baby me enseñó a quererlos. A estar atento a lo que necesitan (no se si me sale). A compartir. A dar. Es cierto, no están todos, en un año se rajaron Rubén, Carlitos y Diego. Casi los tres juntos. A jugar en otras plazas, espero. A comer otros asados y ver otras películas.
Y aunque el vacío que dejaron es grande, todavía sigo necesitando una mano de muchos dedos, muchos, para contarlos (por eso de “los cuento con los dedos de una mano).
Me siento millonario de afecto cuando pienso en ellos.
Fortuna amasada a plazos finos de asados, vinos, recitales, lecturas, viajes, discos, rugby y fútbol, academia, oficinas, calle, algunos bares, colectivos, pupitres y butacas, escenarios, tinta y ahora computadoras.
Son mis amigos.
Esos seres que uno va eligiendo para viajar acompañado.
Riéndose.
También es cierto que ya no estamos como antes, nos vemos siempre hidalgos, espadachines, bellos. Pero conversamos más de presbicias y colesteroles (archienemigos)
Boludeces, como siempre, para matar el tiempo.
Sigan ahí, que yo los necesito.


GAP 2009, día del amigo