Buenos Aires 07:48

07:48 julio soleado, templado y húmedo, como siempre desde que dejamos de ser chicos.


Camino y oigo, el escape exagerado de una chata que reparte pollos, el chirrido del freno a disco del bondi.


Ruidos de proveedores en el boliche a oscuras, el encargado hace cuentas con los anteojos por la mitad de la nariz.


Tacos.


Un grito de barrendero.


Una escoba que intenta despegar un chicle con frenesí frente al negocio de carteras.


Ya hay cola para entrar al Bingo Lavalle. Son ahora las 07:58


Un dejo de radio am en una portería, no trae otra cosa que recuerdos de la primaria.


Unas llaves en un portón de los pesados, de esos tras los cuales descubrimos un zaguán y un mundo.


Una frenada de suelas apuradas. Los dos dormidos en la ochava.


El plop de la baldosa floja.


Un tatam tatam de abajo, de la rejilla del subte.


Un chiflido del ciclista en una esquina, que apenas ve detrás del canasto de facturas.


Moderno, el pitio del semáforo largo, para ciegos.


Después vendrán otros ruidos. Muchos más a medida que pasen las horas.


Pero Buenos Aires se despereza y se lava la cara al ritmo de esos compases.


Chiruza, desconfiada, prepotente.


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