Juan Galimberti


Te rajaste Juan. Silencioso, avisando a tu manera.

Le dimos golpecitos nerviosos a la caja y nos fuimos rápido a despedirte como si fuera un lunes más en Turdera, puntuales, cada uno con su copa de tinto en alto, mientras un violín de Becho, la mariposa marrón de madera, nos hacía de silenciosa banda de sonido.

Galo para muchos, el gaucho verde de Pitágoras, o solo Juan, el del bigote que no lograba endurecer la cara de bueno.

Tendrás tu lugar en la mesa de los lunes, no sé si tu plato, que a esta altura es como un arma cargada, pero si tu copa.

Nos quedamos con esos silencios, esa esperanza del final en la forma de un reencuentro con tu hija, que contabas con esperanza, y los abrazos gordos de cuando llegabas. También con el espacio y las preguntas.

Al rato de brindar por vos, los ojos que no pudieron disimular buscaron puntos fijos, gotas de lluvia, pedacitos de muzzarella, para hacer tu tarea de drenaje. Y sin cortes pasamos a la risa, como seguro hubieras hecho.

Juancito, abrazable, generoso, subíte a la Vespa y recorré todo allá arriba, andá buscando lugares para la comilona de los 100 años de la Discépolo.
Febrero 2014

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