Rojo

No me lo saco de la uñas, hace rato que no agarro una taza como un humano, pongo mano bola como los monos y le llevo para dar sorbos cortos.
Huelo todo el día ese acre que de tan violento ahora es dulce, de tan presente, creo que me esterilizó el cerebro.
Siento en las sienes, como cada vez que empiezo, el latido insoportable, el zumbido en los oídos, la boca seca.
Lo miro fijo así, fijo, cabeza torcida ahora, me quiero ir.
Paralizado estoy.
Ni siquiera puedo erguir el cuello.
Sucio.
Me acabo de vestir, pasé una noche desprolija. Otra.
Hice lo que no me gusta hacer.
Me excedí. Ella se excedió.
Me dejo llevar desde hace tanto que no tengo claro si de verdad me gusta.
Lo único que si tengo claro es que no me gusta en las mañanas, o en eso que llamo mañana que es la tarde para ellos que están mirando.
De reojo, porque no puedo concentrarme, veo, no escucho, pero veo cómo se excitan.
Sus caras, sus gestos, ademanes. Los siento. Me dan pena.
Vienen a ver al mono.
Son muchos.
Eso está bueno aunque no tengo claro para qué me sirve ahora.
Cierro los ojos para buscar adentro, me duelen, no quiero tocarme aunque quisiera, me pican las manos por rascarme, fregarme los ojos, meterlos en la nariz bien adentro, escarbadores, curiosos.
Lo reprimo.
Hace media hora que estoy así.
Tengo la tela ahí. Enorme. Costosa.
Los baldes.
En unos minutos todo va a ser otra vez un caos.
Se besarán mientras me miran.
Anotarán.
Vivirán unos minutos en un éxtasis que no comprendo.
Pagaron para eso.
Respiro mal. Cortado.
Pica.
Allá voy. Afuera, detrás del vidrio estoy seguro que escuchan música.
En mi cabeza hay Undertow de Genesis
Y ese cielo de esa tapa

Hoy el mono se enchastrará las manos para pintar ese cielo en el lienzo 3x3 que uno de ellos va a comprar caro

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