Edelmiro

Yo soy Edelmiro y toco el triángulo en la Sinfónica Nacional.
Edelmiro es por mi tía. Por mi tía Edelmira, la hermana de mi padre.
No puedo decir que el nombre me ayudó mucho en mi carrera de músico, pero tampoco me trajo complicaciones. No sé, si se me hubiera dado por la guitarra, o el bandoneón, seguro hubiese tenido que buscar algo más atractivo ( mi apellido es Apostolakis, griego ) algo así como " Juan Gimenez, la guitarra de Ezpeleta ", o cosas como esas. Pero no, no necesito nombres artísticos para ejecutar el triángulo.
Tiene sus cosas lo de mi instrumento.
Cobro lo mismo que los violinistas, los percusionistas, los vientos. Me canso menos ( es infinitamente más descansado que la ejecución del trombón, por citar un ejemplo ) y eso sí, tengo una impecable vista general de la orquesta.
Impecable, envidiable vista.
Aunque, a fuerza de ser sincero, solo me interesa poder contemplar a Haydeé cuando toca.
No quisiera pecar de inmodesto, pero el maestro Metha me miró una vez y aprobó enfáticamente una acertada entrada mía en " la forza del destino ".
Siempre me gustó la música. Lo que puede la música. Lo que comunica la música.
No sé, para mí es un viaje. Un viaje que me lleva a donde la melodía se le antoje.
Si es una ópera, quizá me vean por Alejandría o Flandes ( no me gustan las de Manucho ) peleándole a dragones o reyes déspotas.
Todas las heroínas se parecen a Haydeé. Todas.
Ayer hicimos Mahler. Religioso Mahler.
Desde donde yo estoy puedo ver al pianista ( un ruso ). El Steinfenhausser estaba lustroso, victorioso, en su noche de gloria más contagiosa.
Puedo ver las manos del ruso ( manos chicas por ser de un ruso ) que reflejan en la madera vertical que corta las teclas, pero que, a fuerza de brillo ahora no las corta. Quiero decir, las prolonga, las multiplica, hasta el punto que ya no se quién realmente está tocando. Me confunden las manos y su reflejo perfecto.
Busco a Haydeé como siempre que necesito una respuesta,
Ella toca con pantalones, y se sienta con sus pierna abiertas ( dice que para mantener la espalda bien derecha ) no importa la silla que nos toque en suerte,
Deja caer toda su melena negra sobre un costado, por arriba del hombro, y calza el violín con tanta elegancia, con tanta melancolía, que...
Me enamoró el primer día.
Llegó hace un tiempo ( tenía 24 ) solo para unas noches ( un reemplazo ) y se quedó para siempre.
Algunos dicen que gracias a López ( de la Secretaría ) que la acomodó a cambio de alguna revolcada. Yo nunca hice caso a estos comentarios. Haydeé no es de esas. Alguien que toca así, que se emociona así, no regala tanta belleza entre sábanas olientes a lavadero.
La contemplo en cada movimiento. Es enérgica, pausada, melancólica. Conversa con la música, le pasa toda por el cuerpo, desde un pizzicato, donde su melena se desordena, se revela hasta lo más profundo de un adaggio, donde sus ojos se humedecen y solo yo me doy cuenta.
Como cuando, de reojo, le descubrí lágrimas provocadas por Wagner.
A la salida se lo dije. La esperé y se lo dije :
- Te vi llorar.
- No te sacás el smoking ? fue toda su respuesta. Evidentemente queriendo esconder su tristeza.
- No, me lo dejo hasta llegar a casa. Le dije cómplice.

Como puedo llevar mi instrumento sin mayores problemas, me voy siempre primero, y espero haciendo tiempo a que aparezca.

Siempre se ríe. Mueve sus hombros, la cabeza de lado a lado y se ríe. Maneja con destreza esa melena morena mientras baja la escalera de mármol, buscándo distraída quien la lleve.
La vienen a buscar invariablemente.
Tengo un verdadero inventario de esos tipos. Hay jóvenes pelilargos ( sin duda compañeros de conservatorio o facultad ) algunos mayores ( parientes supongo ) y el tal López, al que casi yo no se lo ve.

Hoy la espero. Tocamos Bohéme y después voy a preguntarle por qué ató su pelo, y le voy a confesar que sueño con ella. Le voy a contar que en sueños la amo, la poseo, transpiro y lloro a veces.

Todo le voy a contar.

La más que doblo en edad.
Como ella, soy un músico sensible y, aunque desde donde ella está no puede verme, seguro que también me quiere.

Después de casi 12 años de mirarla tan intensamente, a esta altura, ya se debe haber dado cuenta.

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