Zapatos

Todavía me acuerdo cuando escribí esto, sigo exhumando viejas cosas. Son esos raros momentos de silencio, tan propios de las iglesias, en los cuales cualquier mínimo detalle, te lleva a cualquier parte. Esas preguntas, de ese momento, todavía, en algún lugar, siguen vigentes...


Estoy sentado en un banco de iglesia. Linda iglesia. Paqueta.
Hay un cura pelado que sale en las revistas, que, enfundado en un desganado buzo Hugo Boss, les da ordenes a los ayudantes de la ceremonia.
Son ordenes como suaves. Como pequeñas miradas que solo ellos entienden.
Después leería en Caras que ese cura había transitado por casi todas las formas del arte de los años 60. Que había estado en el SOHO, y había escuchado Woodstock en vivo. Marihuana, amor libre y colores.

Las gentes que iban entrando a escasos 15 minutos del comienzo de la ceremonia, eran gentes comunes. Nadie sobresalía del resto. Se saludaban, se hacían comentarios cómplices. Algunos me miraban preguntándose quien era, de donde había salido. Será amigo de el o de ella.

Todos guardaban un secreto.

Todos guardamos un secreto. pero el de ellos se hacia muy evidente.

Yo estaba doblado sobre mi. Tenia las manos cruzadas sobre mi frente. Ya había recorrido todas las imágenes, había seguido el vía crucis de cuadros esmerados, las estatuas, los vidrios que chorreaban arte.

No había nada mas que ese espeso silencio, los murmullos familiares y mis esfuerzos por no ceder a la tristeza que me inunda cada vez que entro a una iglesia. Desde el invierno en que murió papá es siempre igual. Las iglesias, todas : La de San Patricio en la Quinta Avenida, la de cerquita de casa, la del pueblo por el que paso en la ruta, la hermosa capilla donde me casé. Son todas iguales. A ese dolor que aparece y se queda conmigo hasta que el aire fresco ( porque el aire es distinto en las iglesias ) me despabila, todas le dan lo mismo.

Vuelvo a la iglesia paqueta en recoleta. Estoy esperando que un amigo entre y se case. En realidad no soy tampoco tan amigo. Me doy cuenta que las miradas de los familiares, de sus amigos mas cercanos, son muy justificadas.

Entonces vuelvo a bajar la vista y me concentro en los zapatos. Cruzo mis manos en la madera esa de los rezos, apoyo mi frente y miro fijo mis zapatos.

Están radiantes, los hice lustrar en Florida dos días antes. El nudo es perfecto, las medias que hacen juego con la botamanga del pantalón gris, príncipe de Gales, hacen una harmonía que me llama la atención.

Comparo esos pies cruzados, esa perfección de pies cruzados, con las zapatillas All Stars que usaba de adolescente, y el carpintero Lee tan gastado que provocaba el enojo de mi abuela antes de salir de casa.
Las medias también eran otras. Las usaba mas días.

Son los pies del mismo tipo ?

Me acuerdo de esos pies despreocupados, caminadores de cuadras y cuadras, de cines de matines, de bancos de plaza y de colectivos a ninguna parte.

Una vez me miré esos pies como hay lo hice en la iglesia paqueta.

No imaginaba como iban a estar 15 años después.

Quien puede imaginar algo a esa edad ?

No puedo decir que los que vi hoy me gustan.

Hasta donde voy a llegar ? Hasta donde puedo caminar con estos zapatos ?
No están hechos para largas caminatas. Están hechos para alfombras, para autos, para casamientos en iglesias paquetas.

Cuando descubra que hay algo en común entre este cuero con sus medias y su botamanga y príncipe de Gales y aquellas All Stars. Cuando me sea revelado que los pies son del mismo tipo, que los sueños y las músicas y las gentes y el amor que imaginaba para mi, no se han visto alterados. Recién en ese momento, este cuento tendrá sentido.

Mientras tanto, ahí vienen los novios, y el cura pelado ya no da ordenes y espera paciente.

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