En el mismo lodo...

“…demasiado ocupados por las palabras, para poner a salvo de ellas las cosas. Demasiado preocupados en sus pesadas corazas, como para poder entender a aquél, que lo deja todo para poder ser él. Demasiado preocupados en palpar con los cuernos, y en mandar cristmas de navidad, y en prepararse un hermoso entierro…” JM Serrat, de Tordos y caracoles


Martes, 0715
Axel no durmió bien y el cuerpo le pesaba y se lo recordaba. Se había levantado y salió a lavarse la cara, pero los pasos no eran como los de todos los días. Era como si el jean, si las zapatillas, pesaran más que nunca.
Sonaba una radio y el locutor de Magdalena decía que a sensación térmica a esa hora de 28 grados y que toda la noche había sido igual.
Con razón, pensaba Axel, ahí adentro debe hacer por lo menos diez grados más.
La casilla de Axel estaba en el medio del pasillo, y eso es un calvario extra en el verano. No corre el aire. Se estanca. Como si descansara de hacer volar polleras y papeles por el aire justo ahí, en el pasillo en el que Axel tenía su casilla.
Pero el problema era otro, todos lo sabían, el verdadero problema es la humedad. Cuando en Buenos Aires hace más de 25 grados, en la 31 todo se condensa. Todo es como si transpirara. Los muebles, la calle, la ropa, todo.
Axel tiene 23 años y es el papá de Laurita, de 6.
Laurita no durmió en toda la noche. Tiene tos. Una tos de mierda que no para, que no lo deja dormir, que no lo deja pensar y que le demanda un jarabe, algo que la pare o la cure.
Y viven solos ellos dos, Axel y Laurita, y entonces cuando viene la tos, cuando viene una fiebre un resfrío, las cosas se ponen complicadas, porque la mamá d Axel, que tiene otros hijos más chicos que él, no puede con todos, y por que Axel tampoco puede.
La Sonia se volvió al Chaco.
Hace cuatro años, cuando Laurita tenía dos, una mañana cuando se levantaron ya no estaban sus cosas.
Pero Axel no fue para allá, supone que está en el Chaco, o le contaron. Pero a esta altura ya no le importa.
Todo está mojado esa mañana de Noviembre.
Todo está untuoso.
Y Laurita no para de toser y Axel sabe que tiene que comprar un jarabe.
Se prepara mate, tiene pan y unas galletitas también.. El locutor de magdalena dice que hoy va a estar todo cortado, que acusan a un ministro por un tema de corrupción y que el dólar está estable.
Trata de no hacer ruido para que Laurita duerma un poco más, supone que con lo que tosió no debe haber pegado un ojo en toda la noche.
Es linda Laurita. Muy linda. Y va al colegio. Pero no paró de toser.
0730
Es un Sharper Image, el despertador de Sandra es un Sharper Image que compró el año pasado en Nueva York. Tiene los números grandes, que se proyectan muy nítidos sobre un fondo azul eléctrico.
Sandra lo pone a las 0730 todos los días, pero en realidad son las 0710, son 20 minutos que le gana todos los días a su modorra, en los que debate si ese será el día de mandarlos a todos a la mierda, de dejar la oficina para no volver.
Y se van rápido, los 20 minutos pasan rápido y Sandra tiene que saltar de la cama para no llegar tarde, cosas que su jefe detesta y para ella es un problema mayor.
Durmió tapada, el aire acondicionado la mata de noche entonces lo prende en modo sleep y se tapa hasta la cabeza.
Además duerme en ropa interior, y cuando una pierna le asoma por debajo de la ropa de cama, se le congela y la hace despertar.
Es una rutina alegre la de Sandra, pone música (rara vez un noticiero) y deja la tele encendida pero sin volumen, le alcanza con ver los dibujitos de cómo va a estar el día.
No le lleva mucho prepararse.
Desayuna algo de fruta, cereales y té.
Alguna tostada cuando la noche anterior se acordó de pasar por el mercado de los chinos, y mermeladas, le encantan las mermeladas.
El departamento es chico y tiene un orden aparente.
Es decir, tiene su orden.. El orden de Sandra.
El mismo orden que le impone a su escritorio en la agencia de publicidad, el mismo que se le nota en la ropa, en el bolso, en la caligrafía.
Se olvida todos los días, religiosamente, sus anteojos sobre el escritorio.
Es linda Sandra, muy linda. Tiene pecas, es delgada y un cuello largo. Tiene 30 pero podría pasar por 26, por su sonrisa y por 35 por las arrugas que esas sonrisas le producen.
Nunca está triste.
Al menos nadie lo nota, y si se enoja, si se enoja prefiere borrarse y callar.
Pero se enoja poco Sandra.
Es ejecutiva de cuentas en una agencia grande y no le va nada mal.
Pero ya está harta, harta de que no la valoren como cree que debe ser valorada, harta de no saber si hizo lo correcto en su elección profesional, harta de tener que estar generando todo el tiempo actividades que no la dejen sola ni un minuto.
No quiere estar sola.
El departamento de Sandra es luminoso, es muy Sandra.
Termina el té y tira todas las cosas en la pileta de la cocina, y no hay tiempo para más.
No se pinta, termina de llenar su bolso (enorme y flúo) con cosas que va recogiendo mientras mastica la tostada y ya está lista para salir.
Al cerrar la puerta, como todos los días, tiene esa sensación de haberse olvidado la llave adentro, el iPod, las pinturas, los papeles que se imprime para leer en el viaje, el libro de Rosa Montero.
Pero tiene todo, con un golpe de vista lo scanea todo y se queda tranquila.
Se recoge el pelo cuando pasa la puerta de calle. Tiene pelo largo Sandra, largo y rubio y enrulado.
Un pelo que de noche le ilumina el rostro y de día, recogido, la hace más linda todavía.
Llega la esquina de la avenida, en Belgrano, y salta para tomar el colectivo. La agencia queda en Monserrat.
0800
En el aeropuerto de Punta del Este son pocos los Martes a la mañana. Muy pocos y todos la saludan.
Teresa viene vestida como de Sábado a la noche.
Calzas apretadas, los anteojos de sol que no se saca nunca (y mucho menos a esa hora) 6 o 7 bolsos y bolsitos, que alguien siempre lleva por ella, y su perrito en los brazos.
No hace tanto calor en Uruguay.
Todo es tranquilo allá y a Teresa le fascina. Se va los Jueves a la tarde, se queda todo el fin de semana y prepara la vuelta el Martes, para grabar los programas de toda la semana.
Habla por teléfono Toto el tiempo, desde que llegó solo paró para preguntar algo del papel de migraciones y dar un par de órdenes suaves.
Tomó un par de notas también seguro algo importante.
Y saludó a todo el mundo que la saludó, después de todo sabe que todos la doran, que su programa, el programa de Teresa, es el más visto en Uruguay desde hace años y que para ellos es una Uruguaya más, aunque ella prefiera el verano, cuando se va a Miami por tres meses.
El avión sale a horario y el comisario de a bordo ya le pidió tres veces si podía apagar el teléfono.
0845
Roberto dejó ya a los chicos en el colegio. Ya repasó mentalmente toda la agenda del día. Venía bien, sin nada raro. Solo esperaba que le confirmaran que el cantante italiano que está de gira en Buenos Aires y canta mañana en el Luna le confirme si puede llegar a las dos de la tarde para grabar con teresa, lo demás, ya estaba todo cerrado.
Los tres chicos le habían dejado el auto a la miseria, los llevó dos días seguidos al colegio y ya era un enchastre. Si no paraba a lavarlo algo no iba a poder seguir.
Paró de camino, en el Lavadero de siempre.
Pidió que lo aspiraran bien y se metió a la oficina con aire a pedirse un café y leer el Clarín mientras terminaban.
Roberto maneja el Audi A6 que le vendió Teresa hace dos años, ella ya no lo quería porque le era incómodo y no podía llevarse las valijas, así que se lo vendió barato.
0930
Sandra llegó a la oficina y el aires se cortaba con un cuchillo. Algo había pasado que los había hecho poner a todos de mal humor. Pero no sabía qué era.
Y su sonrisa, la sonrisa que calma y que contagia, tuvo que esperar a mejor momento para mostrarse por primera vez.
Ella tenía mucho laburo, pensó y si no se enganchaba en el despelote, mejor. Pero también sabía que era imposible no meterse. Tarde o temprano, todos querían contarle cosas a Sandra, y ella los escuchaba a todos, los escuchaba de tal manera, con tal dedicación, haciendo siempre las preguntas claves, resultaba difícil no pensar que a Sandra le importaba.
Más de uno creyó enamorarse.

1030
Axel dejó a Laurita, que seguía tosiendo, con su mamá., que le reprochó que todavía no le había comprado un jarabe.
Que así no puede seguir, que le va a hacer mal, que no puede ser, que a ella no le da el tiempo para todo, que tiene que ocuparse más.
Y Axel se ocupa, sufre cuando Laurita se pone mal por algo y no quiere que falte a la escuela. Pero no puede con todo, apenas puede con él.
Salió bien esa mañana, tenía un par de puntas para ganarse unos pesos, un trabajito en una obra en construcción, con los bolivianos y alguna otra cosa. Con 30, 40 pesos que hiciera ese día estaba hecho.
Pero la mañana se empezó a complicar, y las cosas que le habían dicho, como le pasaba muchas mañanas, no se cumplían o eran verdad a medias.
Esos días se deprimía mucho. Y era un problema esa depresión porque lo paralizaba.
Se acostaba pensando que al otro día tenía algo para hacer, que podía comprar lo que le hacía falta, y si se le pinchaba tenía que hacer un esfuerzo por no mamarse o tomarse algo duro, que muchas veces lo dejaba fuera de la casa por un par de noches.
Nunca quiso que Laurita lo viera mal.
Parecía que el día pintaba así, como esos.
1100
Roberto está ya en la oficina de Martínez. Mandó bajar un poco el aire acondicionado, pero no mucho, a Teresa le gusta tener un poquito de frío, dice que la mantiene joven.
Prepara las cosas para la tarde, hace repasar una y otra vez los guiones y hace algunos cambios. Las cosas van muy bien y esa semana tienen una cena con los capos del canal para renovar. Quedan un par de semanas antes que teresa se exilie y no quiere tener los sobresaltos de otros años, se quiere ir tranquilo con la familia de vacaciones sabiendo que ya está todo abrochado para la temporada que viene.
Hay ruidos en el palier y revuelo de gente. Murmullos como los que preceden a la entrada de un ministro a un salón de actos. Es teresa que llega siempre haciendo señas, las que le deja el teléfono. Tiene el cuello doblado porque se está repasando las uñas y lo sostiene entre el mentón y el hombro.
1200
Sandra tuvo ya tres reuniones. Dos afuera de la oficina. Ama esas reuniones afuera de la oficina. Se aleja de las caras de culo, de las cosas que no funcionan porque nadie se ocupa, de los reclamos, de los ninguneos, de los que se acercan para hablar con ella, de los que la invitan a salir una y otra vez. De no poder leer su correo privado sin las sensación de que la están espiando.
Sale. Le gusta la calle. Le gusta el sol. Le gusta la gente y se le nota en la cara, se va feliz a domar taxis, a hablar con quiosqueros, a hablar suave en sus reuniones, a mirar por las ventanillas.
Ese martes además estaba radiante, y parecía que nada la podía sacar de ese estado. Se reía más. Y seguía con el pelo recogido.
Hacía más una cosa a la vez, preparaba la próxima reunión, iba pensando en su cliente para saber cómo entrarle, como convencerlo de lo que necesitaba, cómo desarmarlo.
Y había otras reuniones más tediosas, a las que también tenía que ir, y en esas se las arreglaba para mandar mensajes de texto, para leer de reojo, para estar en otro lado mientras u cuerpo cumplía con la presencia.
Andaba con su bolso flúo, seguía con su pelo recogido, cada tanto separaba la cola de pelo de su cuello y se abanicaba con algo para darse fresco, pero no le importaba nada.
Mientras iba de reunión en reunión no escuchaba música. Leía mucho si, textos, libros, papeles, recortes de diarios.
Y hablaba por teléfono. Mucho.
Si estabas a su lado, nunca imaginabas con quién hablaba. Era como si tuviese una colección de códigos secretos, de lenguaje inventado, de cosas en común con cada uno que la llamaba. Entonces todas las llamadas parecían importantes, cruciales, divertidas, todas por igual.
Otra vez más, en medio de tanta cosa, se olvidó de almorzar.
1300
Nada, Axel fue ya a los tres lugares que tenía que ir y nada. Encima estaba muerto de calor y tenía hambre.
Pero nada. Caminó y caminó para ahorrarse las monedas y todo para nada.
Se sentó un rato en la plaza Roma, en el bajo, y trató de recuperar el aire.
Al lado de oficinistas que desplegaban sánguches y ensaladas y gaseosas frías, se sentó y trató de recobrar el aliento para pensar qué iba a hacer, a quién podía llamar. Sabía que no podía volver sin algún jarabe para Laurita.
1335
Teresa escucha a Roberto. Le aburre escuchar a Roberto con sus detalles, pero hay mucha gente alrededor y Roberto le dijo una vez que si ella ponía caras cuando el hablaba en la ronda final de producción, la gente después no le daba bola, y eso, además de joderle mucho, conspiraba contra la negativa de la diva de grabar más allá del Jueves a la mañana.
Y repasan los invitados, los cambios de vestuario, los humoristas, las conexiones vía satélite que tendrán, los regalos que entregará y sus chistes.
Todo está planeado en el programa de la diva, hasta sus famosas distracciones y peligrosas maniobras con su escote, que ponen en riesgo permanente el anonimato de sus pechos.
En el programa de mañana tiene que salir si o si el pozo vacante de la batalla naval, ya nos dijeron hoy que no puede acumular más. Después vemos si no adivinan al tercer llamado qué hacemos, estamos buscando una salida con ellos. Lo está manejando todo el Doctor Bleáustegui.
1415
Axel se dormitó al sol. Está rojo, le pica la espalda por acostarse en cuero en ese pasto lleno de bichitos. Se va a la YPF de Córdoba para lavarse y ver si puede ligarse algo para comer. Los mates de la mañana ya se digirieron y la panza le hace ruido.
En la estación de servicio se lava, se mira al espejo y se frota bien los ojos. No le queda mucho más tiempo para ver si algo sale. Se junta en el costado del playón con unos motoqueros que le convidan cerveza y se olvida un poco del calor y de lo pegajoso que está todo.
Uno de los motoqueros le presta un teléfono y llama a la madre, para ver cómo está Laurita.
Se aleja un poco, no puede oír bien lo que le dice la madre del otro lado, el celular que tiene es muy viejo y se corta cuando se mueve la tapa y justo enganchó la llamada cuando pasa una manifestación de Barrios de Pié rumbo al ministerio de trabajo, mucho bombo y petardos.
Laurita sigue tosiendo dice la madre, traé algo por favor si no esta noche va a ser un infierno. Y está muy tiradita.
1455
Teresa se aburre del todo. No dejó de hablar por teléfono, bajito, mientras Roberto daba instrucciones. Quedan pocas horas para empezar y todos empiezan a cambiar el ritmo.
Ella no, claro.
Lo mira a Roberto, le sonríe (y Roberto la odia por eso) y se va sin decir nada.
La espera el auto afuera, muy oscuro, helado adentro. Se lleva un yogurt y agua. No tiene necesidad de decirle al chofer adónde tiene que llevarla. A las 1500, siempre, la esperan en un hotel del centro para masajes, ducha escocesa, siesta y peluquería.
1530
Sandra vuelve a la oficina y cuando llega le avisan que Mariano preguntó tres veces por ella. Qué raro, pensó, no me llamó y estuve con el teléfono en la mano todo el día.
Mariano es su jefe y Sandra no lo quiere nada. Lo entiende. Cree que lo entiende.
Sabe de las presiones que el tiene, sabe de sus limitaciones, sabe de por qué y cómo lo eligieron para ese puesto. Lo soporta. Pero lo soporta menos cuando no la trata bien. Y menos aún cuando lo hace adelante del resto.
Pero es habitual en Mariano, uno, dos, tres días a la semana al menos, trata mal al grupo, o a uno de ellos.
Y grita, y dice cosas de las cuales después se arrepiente.
Tarde, en el caso de Sandra, que cada vez lo soporta menos.
Tiene con Mariano discusiones por mail. Por teléfono. En persona. Siempre por los mismos temas.
Ella sabe tanto como él, y en algunas cuestiones bastante más que él. Pero lo eligieron a él y no a ella para manejar al grupo, y eso establece un marco nuevo para las cosas, un umbral distinto.
Pero no lo habilita a no tratarla como a una mujer. No es su amiga, aunque a veces, cuando la conversación sube mucho el tono, él trata de calmarla hablándole en forma tierna, poniéndose en su lugar, dándole consejos. Y ella los acepta.
“Sandra, no te dije que no llames vos a la empresa?, hablo al pedo yo? Nadie me da bola acá? SI te digo que no hables es porque hay un montón de cosas que no sabés y que pueden preguntarte. Y que no te voy a contar nunca por que no necesitás saberlas...”
“Sandra, no entendés nada. Quién te dijo que hagas esto así...?”
Sandra no contesta. Ni lo mira. Mientras Mariano habla fuerte para que todos escuchen, ella busca papeles y mira sin mirar.
Cuando termina, cuando Mariano encara para su oficina que queda dos pisos más arriba, agarra cosas de su escritorio y sale sin apagar la máquina. Quizá vuelva más tarde, a la noche.
Deja sus anteojos.
1605
Axel ya no espera. Cuando necesita plata y no tiene cómo ganársela, cuando no la puede pedir a nadie, roba. Arrebata.
No tiene armas y nunca quiso salir de caño.
Piensa mucho en Laurita y por eso siempre frena antes.
Pero tomó cerveza, se dio coraje y salió enérgico a buscar la calle.
En Buenos Aires hay cientos de maneras de ganarse unos pesos en los límites del sistema. Cientos de artilugios, engaños, pequeñas mentira, nada violentas y muy efectivas.
Casi siempre hay que compartir algo con la yuta, pero eso está contemplado en la ganancia que se obtiene. Y hay socios a montones.
Encara caminando por Corrientes rumbo al Once. Por ahí siempre hay algo para hacer.
En la esquina de Lavalle ve una bicicleta de un repartidor que está atada a un caño, pero no la ve demasiado segura. Le pasa por al lado. La estudia. La observa una y otra vez. Analiza y calcula movimientos y conveniencia de hacerlo antes, durante o después del corte del semáforo.
Le pasa ahora más cerca. Tanto, que la tira y cuando la alza, con cara de preocupado por lo que hizo, la desengancha de un tiro exacto. Preciso. Quirúrgico.
Ya está. Está montado en una bicicleta con cambios.
Nadie le gritó. Ni se dieron cuenta.
De todas maneras le dio a los pedales con fuerza, dobló y dobló tantas veces como le fue posible. Hasta que empezó a disfrutar del vientito que le pegaba en la cara. Se desabrochó la camisa y pensó, al menos por esta 100 saco.
1645
Sandra salió caminando y pasó de largo la parada del taxi. Necesitaba llorar.
Y lloraba siempre sola. Desde que dejó de vivir con Sebastián, hace dos años ya, lloraba siempre sola.
Tan sola lloraba, que sus amigos estaban convencidos que no lloraba nunca. Que simplemente no sabía cómo hacerlo.
Y caminó rápido, tan rápido como le dieron las piernas y el bolso que le pesaba de tantas cosas que tenía adentro. De tantas lecturas.
Se calzó el iPod y puso U2 muy fuerte.
Ya se sentía mejor.
Cuando había caminado unas 12 cuadras se quedó clavada en una vidriera. Se miró en el reflejo y cuando se vio linda, miró a través del cristal.
Se compró zapatos. Unos hermosos zapatos color rosa.
Pagó y aunque era temprano para sus horarios se encaminó al gimnasio.
Estaba flaquísima, pero no era eso. El gimnasio la calmaba, le hacía sacar toda la bronca en forma de gotitas saladas.
Sacó el teléfono y empezó a revisar las llamadas, los mensajes, y a contestar todo, uno a uno.
1700
Teresa llega al canal. Hoy la esperaban pocos fans. No eran más de 20.
Teresa habla un rato con los movileros de un programa de chimentos de la tarde. Hay uno de ellos que tiene el pelo teñido de naranja. Les sigue el juego, hace muchos años que sabe cómo se juegan esos juegos. Cuando termina les tira un beso a todos y le abren la puerta del canal.
Qué boludos son...!! dice siguiendo la conversación telefónica.
1733
Sandra sigue hablando. A las 1730 empezaba una clase de spinning. Pero Sandra rara vez llega a tiempo a sus reuniones.
De todas maneras, nadie nunca se lo hecha en cara. Simplemente es difícil enojarse con Sandra.
1736
Axel anda a los piques por Córdoba. Sigue el tráfico y pedalea rápido. No pudo vender la bici en los dos lugares que pensaba hacerlo. Tiene que hacer algo rápido y no sabe qué.
1742
Roberto está en su oficina del canal. Hay mucha gente que va y viene. Apurados, con papeles y carpetas, con teléfonos que suenan, con botellitas de agua y flores por todos lados. La oficina de Roberto es muy grande, pero cuando están a punto de empezar una de esas maratones de grabación, parece uno de esos cubículos incómodos de las oficinas modernas.
Roberto tiene la vista clavada en su teléfono. Es como si todos estuvieran en 45 rpm y Roberto cantara en 33 rpm. Los pensamientos fluyen lentos, a juzgar por sus ojos.
1748
Sandra está en la esquina del gimnasio pero no deja de hablar desde hace por lo menos 20 minutos.
Es Nahuel.
Nahuel es amigo que comenzó no siendo.
Nahuel es una presencia constante en los últimos años de Sandra. Más grande que ella, recurrió a Nahuel y Nahuel recurrió a ella como dos enamorados sin serlo.
Se cobijaron.
Se secaron lágrimas.
Se acompañaron.
Se dieron ánimo.
Se mimaron.
Se rieron juntos.
Soñaron más de una vez el uno con el otro.
Se besaron menos de los que quisieron.
Se celaron.
Se hicieron regalos oportunos.
Se enojaron y separaron más de una vez.
Y se hablaban como si fuesen los últimos minutos de comunicación en el mundo.
Y Sandra se colgaba cuando hablaban. No sabía cómo cortarle. Le contó todo lo que le pasó, otra vez, con Mariano.
1749
Axel dobla en una esquina arrastrado por una maniobra brusca y sorpresiva de un taxi. Lo putea fuerte, lo único que falta es que me mande al hospital, piensa. Y grita, hijo de puta, hijo de puta , fuerte y claro.
El tachero se baja para pelear. Es un gordo de bermudas y camisa abierta al que le cuelga demasiada carne y tiene tetas grandes.
Se debe haber asustado de la cara de Axel, porque ni bien lo vio tirar la bicicleta para írsele encima, se metió de un salto al taxi y lo sacó arando.
La mirada de Axel estaba perdida y el corazón le iba a mil por hora. Pero el gordo no lo sabía, solo vio la furia de sus ojos.
1752
Teresa escucha un poco de música en su camarín. Algo de Montaner. Ya no están ni la maquilladora ni el vestuarista ni las chicas que le alcanzan las cosas. Está ella y su primer minuto desconectada del día.
Entra Roberto y en esos minutos tiene que contarle, como pasa siempre, todo otra vez. Todo desde el comienzo.
1754
Sandra se ríe y le dice a Nahuel que después sigue, que tiene que entrar al gimnasio, que está cansada pero necesita entrar y cansarse más, que va a ir a comer con amigas después del gimnasio.
1755
Axel sube a la bicicleta y empieza a pedalear. No tiene idea en qué calle está y tampoco lo que va a hacer para comprar el jarabe. Si ve una farmacia entra a pedirlo, a implorarlo.
La ve a Sandra cruzando la calle.
No sabe adónde va, ni de dónde viene, ni con quién está hablando. No sabe siquiera que se llama Sandra.
Pero viene hablando demasiado ensimismada en la conversación.
Acelera el ritmo de pedaleo. Si no falla los cálculos le va a sacar el teléfono sin que Sandra lo note.
1756
Sandra escucha que Nahuel le cuenta que esa noche él también cena con amigos, que están organizando una reunión grande y...deja de escucharla.
1757
Axel le arrebato el teléfono como un maestro, y en tres pedaleadas largas, ya dejó de escucharla.
Ni se dio vuelta, no sabe que Sandra tampoco lo hace cuando se despide.
1759
Sandra llega a la puerta del gimnasio y se va directo al locker.
No va a hacer la denuncia hasta que termine la clave. No quiere perderse la clase que viene. Es el teléfono de la empresa.
Que se caguen.
1806
Axel pedalea de vuelta por Corrientes. Va a la galería en la que vende los celulares cada vez que tiene la necesidad de robarse uno.
Está bueno este que tiene, lo mira de arriba abajo mientras pedalea. Muy de mina, pero está bueno, tiene todos los chiches, piensa. Para qué tanta cosa! Si es para hablar por teléfono.
Le embola que sea tan lindo el aparato. Se lo quedaría si tuviera con qué pagarlo. Le jode que sea lo que sea que le lleve al gordo de la galería que le compra los celulares a los rateros, siempre le va a pagar 50 pesos. Ni uno más ni uno menos, por más que le lleves el que salió ayer. Es la tarifa.
Llega a la galería y deja la bicicleta con unos chicos en la puerta. Ya no le importa tanto.
Cuando llega al local, cuando el gordo lo ve y lo hace pasar a su oficina, saca el teléfono y cuando lo estira para entregarlo empieza a sonar una canción de Ricky Martin.
Se sorprende Axel que mira el aparato que vibra y suena como si fuera una radio. El volumen alto pero con un sonido bárbaro.
No flaco. No lo limpiaste. Andá, lleválo y traéme otro, este no lo puedo tomar así. Si no lo denunció, si todavía está activo me lo pueden rastrear al toque. Es una lástima porque está muy bueno, pero es un peligro.
De dónde lo sacaste? Tendrías que haberle sacado la tarjetita de atrás.
Seguía sonando Ricky Martin y Axel no escuchaba nada, ni la música, ni al gordo, ni a uno de los empleados que lo llamaba al gordo, ni nada.
Estaba aturdido. Se empezaba a hacer de noche y todavía no había conseguido ni 10 pesos.
Salió de la galería buscando otro candidato. Tenía todavía una hora.
Sonó otra vez.
Lo sacó del bolsillo y lo miraba fijo. Lo iba a tirar a la basura en la esquina.
Cuando se lo estaba guardando sin querer tocó algo. Un botón de los tantos que tenía en la tapa, en los costados, abajo, arriba, por todos lados.
“Hola, hola, hoooooolaaaa. Estás ahí? Me oís? Podés escucharme?”
“Dale flaca que no te puedo volver a llamar, ya empiezo, atendéme”
Se arrimó el auricular a la oreja.
Hizo un ruido, como un gemido.
“OK, no podés hablar. Pero tomá nota. Va a sonar a eso de las ocho y cuarto. Más o menos. Tenés que decir A8, entendiste, A8 y nada más. Con eso está todo. De vuelta, A8 y termina todo”
Cortó.
No entendió nada.
En qué andaría la rubia, pensó.
1817
Sandra ya había transpirado toda la bronca del día y su cuerpo empezaba a producirle esa sensación que tanto placer le causaba. Algo así como que se le alejaba de la cabeza, la liberaba. No era solo una cuestión de toxinas. Era mucho más que eso.
Seguía subiendo y bajando un aparato, había música muy alta y todo el mundo estaba concentrado en sus movimientos, en la imagen que devolvían los espejos, en cuidar que sus botellitas de aguas con sales y sabores no caigan de las máquinas.
Y Sandra, además, aprovechaba para sacarse a Mariano de la cabeza.
Ya no pensaba en nada, ni en la oficina, ni en su bolso repleto de lecturas culposas, ni en Mariano, ni en el jefe de Mariano que también era su jefe pero estaba muy lejos ahora, ni en los anteojos que otra vez se había dejado en el escritorio ni en el lugar al que iba a ir a cenar en un rato. Nada.
Tampoco en Nahuel.
1859
Axel está a punto de darse por vencido.. Está refrescando un poco, muy poco, y se abrocha la camisa hasta arriba.
Camina por Santa Fé ahora y se siente más extraño que nunca en esa avenida en la que todos lo miran mal. Todos.
Cuando llega a Cerrito escucha que lo llaman. Es el Tano.
Se le dibuja una sonrisa enorme. Hace mucho que no lo ve al tanto y la sonrisa es blaquísima. Una sonrisa que es un cuerpo extraño en una cara curtida, muy manchada por el hollín, por la transpiración de la ciudad. Y que a fuerza de contraste parece salida de otra cara. De la cara de un Suizo quizá.
El Tano Dimunno. Flaco, muy flaco y compañero de primer grado de Axel Ezpeleta. Vivieron cerca uno del otro hasta que el papá del Tano consiguió un trabajo en la Volkswagen de Avellaneda y se fue a vivir por allá y nunca más se vieron.
Ahora el abrazo en medio de la avenida era interminable. Se contaba en años sin verse. En cosas que no se dijeron.
Se lo veía bien al tano. Parecía que estaba bien.
Comiste? Vamos a clavarnos una cerveza y una pizza en Retiro. Vení que tenés mucho que contarme.
1943
Roberto ultima detalles. Hay dos o tres cosas que cambiar a último momento. No es nuevo eso, alguien que no viene, alguien que se carajea con Teresa, alguien que quiere colarse. Lo de siempre.
Llega un ramo de rosas enorme para Teresa. Es de la empresa que auspicia el juego de la batalla naval.
Llegan las flores para Teresa y un sobre a nombre de Roberto. Tienen una esquelita adentro, del hijo del dueño de la empresa.
“Roberto, espero que todo se haya arreglado. Tiene que ser hoy, a más tardar la semana que viene. Estamos al tope de lo que podemos bancar y se complica si no se hace rápido. Mi viejo está delicado y esto lo remata. Seguimos con lo que hablamos en pié y me cayó muy bien la flaca. Qué buena está. La conociste o solo por teléfono? Les voy a pedir a los de la agencia que me la manden siempre a ella. Entiende todo. Jota”
1956
En el trayecto hasta Retiro le contó casi todo. Tampoco había tanto. Y se le escapó una lágrima cuando le mostró al foto de laurita. Le daba pudor decirle en lo que había pasado todo el día.
Pero con el Tano no había problema.
El Tano es como yo. Le fue mejor porque tuvo otras oportunidades. Para empezar, terminó el primario. Le gusta la joda como me gusta a mi, pero cuando hay que parar, para.
Cuando llegó la grande de muzzarella, y la segunda cerveza, el tano ya le había pasado 100 pesos para el jarabe y Axel lo agarró y lo apretó contra el bolsillo, para que no se le escape.
2001
Teresa saluda como siempre a toda América que la sigue y va al piano, desde donde, como siempre, acompaña cantando alguna canción melódica especialmente arreglada para ella. Con el maestro de siempre.
2008
Sandra ya está bañada y decide pasar por la casa antes de ir a buscar a las chicas. Quiere dejar el bolso. Ya es hora de dejarlo un poco, de liberar su hombro. Quiere cambiarse de ropa. Ponerse linda. Más linda.
Así, con un jogging finito negro, una remera que le marca los pechos diminutos, y el pelo atado, está linda como cuando se arregla. Pero distinta. Extenuada y feliz.
2011
El Tano se levanta al baño y hace una broma sobre lo rápido que hay que ir a mear cuando se toma cerveza. Es un buen tipo el tano. No tenía ninguna necesidad de invitarme a comer y mucho menos darme la guita para el remedio de Laurita, piensa Axel.
Se toma la cerveza despacio, con la vista clavada en la ventana los andenes y en la gente que anda en los andenes.
Son como cuerpos con caras borrosas, como si fueran marionetas disfrazadas de oficinistas, de laburantes, pero sin rostros. No se ven los rostros. No sabe Axel si están felices o tristes. Si hay otras Lauritas sufriendo por al tos. Si hay otros padres que sufren por Lauritas.
No presta atención. El Tano tarda, dos, tres minutos.
Mira para arriba atraído por la música que viene de la tele colgada en el bar.
Vienen de la tanda y es el programa que mira su mamá. Lo debe estar mirando ahora, piensa.
Teresa de América es el programa y Teresa es la conductora.
Gorda de mierda. Piensa Axel. Está cagada en guita esa.
2016
Teresa va a su escritorio después de despedir a su invitado. Un cantante de boleros Mexicano que viene a la Argentina cada cuatro años, cada vez que su cuenta bancaria se lo pide.
“Ahora nos vamos al juego que todos estaban esperando hoy. Qué nervios tengo. Esto se tiene que ir hoy, no es cierto Robert? Hoy hacemos un millonario más. Qué lindo que es este juego!! Ustedes jugaban de chicos? Les pregunta a su equipo. Yo me mataba con mi hermana allá en Ramallo. Había tan poco que hacer…”
“Pero bueno, nada de melancolías que hoy hay un nuevo millonario. Ojalá se lo gane alguien que lo necesite. Ojalá. Vamos señor director a la pileta con todos los cupones. Qué nervios! Allá están, hola chicos, naden un poco en los cupones. Cuántos hay? Uno, dos millones de papelitos? Se puede nadar ahí! Escribana, cómo lo ve? Todo en orden?”
Ahora saquen uno, vamos! Y que sea el de alguien que lo necesita. Y que esté mirando el programa, claro”
“Ahí vienen. Ya lo tienen. Escribana mírelo. Todo en orden?”
“Yo marco. Es el quince cinco, ta ta ta, ta ta tá, ta ta tá…”
“Nada…no suena. No, no, pará, ahí se escucha…”
2017
Suena fuerte Ricky Martin, y vibra la camisa de Axel.

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