Presentes




Se abren todos los regalos, claro.
Se abren los regalos que son cantados, aquéllos que nos sabemos largamente que llegarán, como llegan los cumpleaños y las navidades.
Se abren los regalos que hacen fulanos y menganos, cercanos y lejanos, sinceros, repentinos y protocolares.
Los regalos de un viaje se abren y se evoca el momento de la compra y es necesario describir los paisajes y los horarios exactos.
Los regalos de los novios se abren y dan paso a una rutina que durará lo que dure el amor.
En este último caso, los primeros regalos (digamos los primeros 12) servirán para ajustar todo el proceso. Al cabo de esos 12 uno sabrá, de manera inapelable, si sus regalos serán valorados o si por el contrario, nunca serán comprendidos.
Que romper el papel, que escribir la tarjeta, que envolver en tela, como los japoneses, que moño, cinta o bolsa.
Están también aquellos regalos a los que nunca hay que mirarle los dientes.
Una canción es un regalo? Un poema es un regalo? La luna es un regalo? Un amanecer?
Se puede regalar la luna? O es un simple muy simple rebusque de almas sensibles cuando no tienen regalos de verdad para hacer?
George Bailey, el de “Qué bello es vivir” le baja la luna con un lazo al amor de su vida, y se la regala.
Lara regala sonrisas.
Pero hay quien solo regala libros. A lo sumo música, y está convencido de que es lo mejor que se le puede regalar a una persona que se quiere.
Está el que nunca compra un regalo, delega la responsabilidad y cuando el homenajeado lo agradece inclina la cabeza, fingiendo que sabía lo que había en la bolsa. Satisfecho.
Prefiero regalar a que me regalen.
Todo el tema me moviliza. Pensar en el otro, imaginar qué libro le gustará y convencerme que lo va a leer. Regalar el último que me hizo vibrar pensando que le producirá el mismo placer.
Y si tengo que ir por otros regalos, más todavía, el desafío es doble, hay que buscar algo adecuado, nada de remeras con estampados perdurables.
Un juguete viejo, una lámina.
Una vez busqué hasta el agotamiento una condecoración de Rosas, para regalarle a Carlitos, fanático del restaurador.
Otra una locomotora que hecha humo, para un cuarentón recién llegado. O los Sea Monkeys en paquete original sin abrir.
Nadie sabe bien qué regalarme.
Escucho los lamentos de todos. Piensan que tengo todo lo que me gusta.
No puedo contra eso.
Me gustan los regalos múltiples, esos que se van comprando o consiguiendo unas semanas antes del acontecimiento.
Y como los de los viajes, se van haciendo de pequeñas cositas que se van juntando.
Una bolsa, un libro usado con su dedicatoria intacta y todavía legible, unos chocolates para acompañar, postales, música grabada pensando en mi, un programa de una obra de teatro, una foto autografiada, miniaturas de personajes de historieta, un auto para la Scalectrix, varias fotos viejas y una vaga sensación de antigua felicidad adolescente…(oops!)
Es que cuando uno recibe regalos es siempre un chico curioso.
Aunque sean corbatas o gemelos, a quién no se le aceleran los latidos como cuando era un chico cuando está abriendo un regalo?
Si, los regalos son maravillosos.
Pero no es todo tan fantástico ni lineal ni explícito con los regalos.
Hay algunos regalos que no abrimos en presencia de quienes nos los dan.
El momento de la entrega es burocrático. Como espías de la CIA se pasan paquetes sellados, bolsas sin transparencias que impiden ver los contenidos y en seguida se cambia de tema. Se vuelve al clima o a los piquetes.
Y no se hacen más referencias al tema. “Te lo traje…” o “ Me acordé, acá está…” suelen ser fórmulas suficientes.
Cuando es uno el que exige que el regalo no se abra en su presencia, será por temor al fracaso? Porque no quiere demostrar lo que siente en ese momento? Será vergüenza, pudor, emoción incontrolable?
Será que uno quiere que todo sea perfecto y no admite que la reacción que provocará no sea todo lo perfecta que debería ser para cerrar la historia?
O será que un regalo especial, para alguien especial, lo deja a uno desnudo de alma. Así solito e indefenso delante del destinatario de todas esas horas invertidas en búsquedas y suposiciones?
Si me pasa, si me piden que no lo abra, no puedo dejar de mirar el paquete. Si estoy en presencia del regalador no puedo concentrarme en la conversación, desvío la mirada, trato de adivinar el peso, la textura, y en cualquier descuido seguro meto la mano tratando de no ser visto.
Y soy capaz de abrirlo a escondidas en el baño de un bar, en un garage o detrás de un árbol tratando de que todo vuelva a su lugar y nadie se de cuenta.
Todo era claro para mi con los regalos.
Si, los regalos son maravillosos, lo explican a uno, lo completan, lo adivinan.
Tanto, que a veces uno queda desnudo, y es necesario esconderse, guarecerse debajo de un techo, por si llega la lluvia.


Adrogué
Noviembre de 2009

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